Ordenando el bien y prohibiendo el mal no hay amigos para el creyente. Mandamos hacer el bien, nos insultan y calumnian nuestro honor, y encontramos a la gente del mal ayudándoles a esto, hasta que por Allah me han acusado de grandes cosas. Por Allah, no dejaría de realizarlo (es decir, ordenar el bien y prohibir el mal) por estar a la derecha de ellos "
[Al-'Itisaam - por Al-Shatibi]

sábado, 8 de enero de 2011

Una gran mujer, Jadiyah bintu Juailid 1º parte


“¡Oh, creyentes! Teman a Allah como es debido y no mueran sino musulmanes”. (3:102)

“Por cierto que aquellos que anhelan el encuentro con Allah y la recompensa el Día del Juicio tienen en ellos un bello ejemplo. Y quien desobedezca a Allah sepa que Él es el Opulento, el Loable”. (60:6)

Hermanos y hermanas, teman a Allah, reflexionen sobre la moral y la buena conducta que llevaron los primeros musulmanes. Mediten sobre su paciencia y tolerancia.
Solemos escuchar historias de los compañeros del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) acerca de la generosidad, la veracidad, la fe, la solidaridad con el prójimo, la paciencia ante las adversidades, la perseverancia ante las dificultades, y nos sorprendemos gratamente con estas características, pero ¡Qué sorprendente es la historia de una persona en la que Allah reunió, no una sola, sino todas estas nobles cualidades y más!
En una época donde se había generalizado la injusticia, trastornado los valores, confundido el sentido del hogar y de la lógica, se había enceguecido la vista y el conocimiento, se llegaba a matar al propio hermano o al hijo por unas monedas, o por desprecio a una mujer recién nacida.
Hoy vamos a hablar de una gran mujer, que a pesar de vivir en una sociedad corrupta y deshumanizada, tenía principios y una excelsa moral, se mantuvo lejos de la codicia y el egoísmo, rechazaba las injusticias de su pueblo y los malos tratos a su género.
Ella era una mujer sumamente inteligente, recatada, segura de si misma, consecuente con sus principios, honesta mujer de negocios, de 40 años de edad, que buscaba en su sociedad un hombre distinto, que no tuviera el comportamiento machista típico de su sociedad, sino alguien que fuera su compañero en la vida, y ¡vaya si Allah se lo concedió!
Esta gran mujer fue Jadiyah bint Juailid Al-Quraishiiah.
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Años antes de que comenzara la misión profética, llegaron a los oídos de Jadiyah las mejores referencias de Muhammad, pues era conocido por todos en su sociedad como Muhammad “al-amín / el confiable”, y ella decidió contratarlo para que fuera encargado de uno de sus negocios a Siria junto con un empleado de ella llamado Maisarah. Así fue cómo Muhammad emprendió el viaje junto a Maisarah y retornó con enormes ganancias. Cuando Maisarah le contó a Jadiyah, como durante este largo viaje y las transacciones que realizó, descubrió la honestidad de Muhammad, su educación, sus virtudes y su buen comportamiento, se conmovió de forma tal que vio en él el esposo que siempre había buscado. Entonces una amiga de ella, Nafisah Bintu Munabbih, se presentó ante Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), que tenía por aquel entonces 25 años de edad, y le preguntó: “¿Qué te impide casarte?” Él respondió: “No tengo dinero para hacerlo”. Entonces la mujer le preguntó: ¿Y si el dinero no fuese necesario porque la mujer con la que te casarías es distinguida, bella y adinerada, que dirías? Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) preguntó: “¿De quién estás hablando?” Y ella respondió: De Jadiyah Bint Juailid. Entonces Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “Si ella lo está proponiendo, por supuesto que acepto”.
Jadiyah era inmensamente feliz con este casamiento, como no podría ser de otra manera, pues se había casado con una persona que toda la sociedad conocía como “el confiable” y “el compasivo”.
Reflexionemos hermanas y hermanos, Allah le facilita los asuntos a quienes desean sinceramente con el casamiento preservar su dignidad. Sería imposible imaginar para quienes viven en un mundo frívolo que una mujer adinerada como Jadiyah pudiera casarse con un hombre humilde como Muhammad. Aunque claro está que para Jadiyah pesó más en la balanza la integridad, la calidad de ser humano y la moral de Muhammad que cualquier otra condición externa. Este relato nos enseña también que islámicamente no es ninguna vergüenza que una mujer que descubre en un hombre a quien quiere como compañero en su vida, lo busque, y le haga llegar una proposición indirecta de matrimonio.
La vida matrimonial de Jadiyah y de Muhammad transcurrió feliz, llena de amor, comprensión, misericordia y compasión mutua. En una oportunidad, les fue anunciado que Halimah As-Sa‘diiah, quien había amamantado, lactado y cuidado a Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) estaba en la puerta y quería visitarlos. Cuando el Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) escuchó esto, su corazón se llenó de alegría y emoción; muchos recuerdos de su nodriza vinieron a su mente;recordó la tribu de Sa‘d y la dedicación que ella le brindó con tanta ternura. Jadiyah se levantó para hacer ingresar a Halimah, pues ella había escuchado a su esposo mencionarla con cariño. Cuando los ojos de Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) la vieron se llenaron de lágrimas y casi no podía hablar de la emoción; sólo pudo proferir dos palabras que expresaban lo que sentía por ella: “¡Madre! ¡Madre!”.
En ese cálido encuentro él le preguntó cómo se encontraba y ella se lamentó de la terrible sequía que estaba azotando el desierto donde vivía junto con su gente, y que estaban atravesando días muy duros de sensible pobreza. Ambos esposos se consultaron, y le hicieron una generosa ayuda, y así fue cómo Halima volvió a su tribu con cuarenta cabezas de ganado, entre ovejas y camellos, llevando agua y provisiones a su gente.
Así era Jadiyah de generosa antes del Islam y también luego de aceptarlo, no dudó en dar de sus riquezas anhelando complacer a su Señor y también hacer feliz a su esposo.
Jadiyah tuvo seis hijos con el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él), cuatro mujeres; Zainab, Ruqaiiah, Umm Kulzum y Fátimah, y dos varones; Al-Qasim y Abdullah, quienes murieron siendo aun muy pequeños.
A Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le gustaba retirarse a meditar en una cueva conocida con el nombre de Hira' todos los años. Así lo hizo hasta que Allah decidió enviarle al ángel Gabriel con el mensaje divino. Esto ocurrió durante el mes de Ramadán.
Allah le reveló las siguientes aleyas:
“¡Recita! [¡Oh, Muhámmad!] En el nombre de tu Señor, Quien creó todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto. ¡Recita! Que tu Señor es el más Generoso. Enseñó [la escritura] con el cálamo. Y le enseñó al hombre lo que este no sabía”. [96:1-5]
Cuando Muhammad vio al ángel Gabriel por primera vez y recibió la revelación, se atemorizó y regresó a su casa corriendo, y cuando ingresó dijo muy asustado a su esposa: “¡Cobíjame! ¡Cobíjame!” Al ver a su esposo en esta situación, Jadiyah le preguntó qué había ocurrido, y él le contó lo sucedido y le dijo: “¡Jadiyah! Temí por mi vida”. Pero ella conocía a su esposo, en lugar de incrementar su temor y miedo profirió unas palabras llenas de apoyo y
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comprensión, dijo: “¡No temas! Allah no te humillaría jamás, ni te dejaría desamparado, pues tú tratas con respeto a los parientes, siempre hablas con la verdad, asistes a los más débiles, ayudas a los pobres, honras a tus huéspedes y luchas por la verdad”. Fue entonces cuando, al oír estas bellas palabras de su esposa, el corazón del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se sosegó.
Allah nos relata esta situación en dos aleyas del Sagrado Corán, describiendo al Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) tal como lo había arropado Jadiyah, cubriéndolo con una manta.
“¡Oh, tú que te envuelves en el manto! Levántate y advierte [a los hombres]. Proclama la grandeza de tu Señor, purifica tus vestimentas, apártate de la idolatría, Y no des [ayuda a las personas] para beneficiarte. Sé paciente [ante las persecuciones de los idólatras] con fe en tu Señor”. [74:1-7]
“¡Oh, tú que te cobijas! Levántate en la noche y ora gran parte de ella, la mitad, o un poco menos, o un poco más, y recita el Corán lenta y claramente [reflexionando en su significado]. En verdad, te transmitiremos una palabra de gran peso [el Corán]. Por cierto que si te levantas a orar avanzada la noche encontrarás mayor quietud y podrás concentrarte mejor, Pues, durante el día tienes una prolongada actividad. Recuerda a tu Señor y conságrate totalmente a Él. Él es el Señor de oriente y occidente. No hay nada ni nadie con derecho a ser adorado salvo Él. Tómale, pues, como protector. Ten paciencia con lo que dicen [los incrédulos acerca de ti y de la revelación] y apártate de ellos discretamente”. [73:1-10]
fuente islamhouse
Saudi Arabia – Riyad
Oficina de Dawa en Rabwah
1430 – 2009

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